Alberto García Salgado
Fisioterapeuta de la Unidad de trastornos musculoesqueléticos del Clínica Universitaria La Salle.
Acude a consulta de fisioterapia derivado de podología, por tratamiento privado, una mujer de 40 años, en aquel momento estaba de baja médica (de profesión Vigilante de seguridad), por dolor generalizado y mucha demanda de mejorar especialmente su dolor de espalda.
Durante la entrevista clínica nos contó su historia: “En febrero de 2019 comencé a sentir fuertes dolores en la espalda que fueron aumentando conforme pasaban las semanas, meses y que incrementaban con el esfuerzo físico, aún más derivado del trabajo.” Acudió al Médico de Familia quien prescribió una radiografía y fisioterapia convencional. En abril realizó las 10 sesiones prescritas con maquinaria y unos ejercicios que, cito textualmente “no se veía capaz de realizar por el incremento del dolor, pero aún así intenté realizarlo… ya que me comentaban los beneficios que podían aportarme… pero no mejoré…”.
Al finalizar dicho mes, comenzó con un curso de defensa personal que claramente le empeoró la sintomatología pero que consigue finalizar y sacar adelante. Durante el mes de junio acudió a traumatología con los resultados obtenidos en una resonancia magnética de la región lumbar ya que los dolores de espalda le incapacitaban el sueño y no encontraba una posición correcta la cual mejorase sus síntomas y que por lo tanto le permitiera descansar.
Tras 4 meses en la unidad de columna describen que el diagnóstico según las pruebas de imagen fue Estenosis foraminal bilateral en los segmentos de L5-S1. Un mes después, ya le costaba desplazarse, caminar y se veía incapaz de tolerar dichos dolores. Teniendo que acudir a urgencias repetidamente para aumentar la medicación o modificar las dosis para aumentar los tiempos de analgesia (corticoides, AINE, relajantes musculares, opioides, etc.).
Durante los meses de verano de 2020, acudió de nuevo al hospital, en concreto al Servicio de Fisioterapia para manejar el dolor, y una vez más sin clara mejoría. Continuamente se repetía así misma “Esto es insufrible” y como es lógico, empieza a tener una gran incertidumbre respecto a lo que estaba sucediendo, así como la propia evolución…
– ¿Quién no se habrá preguntado en situación peores, por qué a mí, o por qué tendré tan mala suerte?
En abril de 2021, pasó por la Unidad de Dolor para una infiltración programada, que tampoco dio resultado. Meses después, comenzó con natación por recomendación médica. Inició la actividad levemente según la condición le permitía y hay que decir que actualmente sigue con ello.
En enero de 2022, tras otras tantas sesiones de fisioterapia y la natación, comienza a tener una leve mejoría. Pero sus expectativas de evolución eran tremendamente bajas por la larga travesía recorrida y el poco impacto que generó. La primera semana de febrero de 2022 visita nuestro centro para realizar un análisis de la marcha y pisada, en podología. Nuestro compañero tras su valoración prescribe unas plantillas y aconseja nuestra derivación para el manejo terapéutico del dolor.
En la primera visita, realizamos una entrevista clínica la cual dividimos en dos partes. Una subjetiva enfocada a la anamnesis, la realización de la historia clínica y la obtención de todos aquellos datos pertenecientes a su motivo de consulta, antecedentes, factores agravantes y modificadores, etc. Para posteriormente realizar la parte objetiva, plantear una exploración física que nos aporte valores cuantitativos que nos sirva para confirmar la hipótesis planteada gracias a la información obtenida y que además sirve para conocer, no sólo la experiencia que vive el paciente, sino sus estrategias de afrontamiento e incluso aquellas creencias o conductas mal adaptativas. Que de manera gráfica imaginemos una rueda de ratón por la cual tenemos un animal correteando para escapar de X condición y la propia rueda tan solo gira y gira (la pescadilla que se muerde la cola).
Generalmente se da ciertas creencias asociadas al dolor y al concepto de salud, que evocan ciertas conductas como puede ser miedo al propio movimiento, conductas de evitación, aislamiento social, entre otras.
Durante la exploración física se realizó una valoración de la sensibilidad superficial y profunda, así como la discriminación sensitiva. La cuál los valores estaban sobresaltados respecto una normalidad con umbrales de sensibilidad dolorosa alterados, falta de discriminación entre sensaciones térmicas e incluso que ocasionan dolor, alteración propioceptiva, temporalidad en la extinción de estímulos larga con mapeado de dolor extenso y una mecanosensibilidad neural exacerbada. Por ende, su discriminación entre dos puntos, estereognosia y grafestesia también era fuera de valores normales respecto a una población asintomática.
Funcionalmente se valoró dividiendo las capacidades motoras y obteniendo el máximo de información de ello. En un inicio, la capacidad de ejercer fuerza y de resistir una contrarresistencia o gravedad tanto de musculatura extensora como flexora de tronco como de patrones de empuje y tracción de miembro superior en un eje horizontal estaban disminuidos.
Además, valoramos con el test de 6 minutos marcha la capacidad de esfuerzo percibida y el índice de dolor como el recorrido realizado, pero con cese de la actividad por dolor generado en raquis.
Se planteó un tratamiento que en definitiva se dividía en una parte de terapia manual (movilización neural y articular), dentro de una tolerancia y baja irritabilidad (sinceramente ésta fue la parte menos importante debido a su poca tolerancia), y ejercicio buscando solventar unas adaptaciones que fomenten la hipoalgesia, hipertrofia, fuerza, reclutamiento motor, así como aprendizaje del mismo.
Inicialmente nos centramos en la concienciación motora, que comprendiese que músculo hace que, y cual actúa en qué momento, para reconocer sus sensaciones y tener un foco atencional distractor que sitúe el dolor en segundo plano. Progresando a resistencia isométrica y a medida que la tolerancia a esos estímulos avanzase continuar con trabajo más dinámico.
Además, a esto se realizó tareas de carácter aeróbico y conversaciones que fomentasen la re-conceptualización del dolor, lecturas, y consejos respecto la fisiología del dolor, del ejercicio, demandas cognitivas, influencia del contexto y entorno, etc.
Todo ello finalizó con dos rutinas de trabajo con diferentes demandas: una con un enfoque aeróbico y demandas específicas en la región lumbo-pélvica (control anti-gravitacional, anti-rotatorio, resistencia isométrica, marchas a diferentes velocidades y con lastres unilaterales, etc) y un segundo circuito de intensidad moderada que finalizó en una rutina a alta intensidad (su alta intensidad) con 6 ejercicios fullbody.
Tras diez intensos meses de trabajo para nuestra paciente, nos refiere una mejoría clara en el control del dolor sin demandas de medicación. Una incorporación al puesto de trabajo con ciertas adaptaciones, pero con alta capacidad de ejercerlo además de un estado anímico muy superior a la inicial.
Ha retomado su actividad deportiva y estudios, teniendo un control absoluto de su tiempo y recursos aprovechando al 100% la salud que presenta.
A nivel cognitivo se aprecia tales cambios como el reconocimiento de los tipos de dolor y aplicación de los recursos que más eficacia le suponen para cada momento, mitos y creencia maladaptativas como un recuerdo que autolimitaba su proceso y salud.
Vio un muro que no daba acceso a una normalidad y lo derrumbó tomándose el tiempo necesario, sin prisas. Agarró el toro por los cuernos y comenzó a tener el control de su salud, de su vida dejando de lado una etiqueta “el dolor” que domina una existencia, pasando a ser un compañero de viaje que debe obviar y recordar como un titan al que sobrepasó.
¡¡ENHORABUENA POR TODO EL ESFUERZO Y ESTA GRAN EVOLUCION, GRACIAS!!
Comentario del paciente en cuestión:
“Mi experiencia como paciente en el Clínica Universitaria La Salle no puede ser mejor y aunque cuando llegué realmente tuve pocas expectativas de evolución por todo lo que había vivido y lo que escuché de diferentes especialistas de otros Centros que indicaban que no podían hacer más por mí; finalmente pensé como última opción hacerme la prueba de la marcha para saber más sobre el problema de movilidad que presentaba. Me llevé una grata sorpresa cuando me ofrecieron tratamiento y más adelante comprobé que funcionaba.
He sido constante desde que llegué al Centro siguiendo las indicaciones de mi Fisioterapeuta, sus consejos que me ayudaron, practico ejercicio regularmente para mejorar mi condición física, tengo herramientas para afrontar el dolor crónico.
Muchas gracias.”