El ejercicio cardiovascular se trata de un tipo de actividad física que pone especial énfasis en el trabajo de las variables de activación cardíaca y respiratoria (aumento de los umbrales basales fisiológicos de ambos sistemas). Puede dividirse en aeróbico o anaeróbico. La actividad aeróbica es aquella que hace que nuestro cuerpo obtenga la energía necesaria (ATP) para mover el sistema, a través de la oxidación por parte del oxígeno, de distintos sustratos energéticos. Por lo tanto, se consideran ejercicios aeróbicos, todos los que duran lo suficiente para conseguir que el oxígeno pueda activar la vía metabólica adecuada para ello (1).
Por otro lado, tenemos los ejercicios de tipo anaeróbico, también considerados Glucolíticos, ya que, a pesar de seguir habiendo disponibilidad de oxígeno en el sistema, trabajan en paralelo a él, sin utilizarlo. De forma que se obtiene energía por la vía de los fosfágenos, en el caso de los ejercicios anaeróbicos alácticos (que no producen como desecho celular el lactato, el cual se reutilizará nuevamente en el ciclo de Cori).
Son múltiples los beneficios del ejercicio cardiovascular, no solo para las mejoras en la reducción del riesgo de infarto de miocardio, así como de la mortalidad y reducción del riesgo de hospitalización por diversas afectaciones cardíacas (1,2,3).
Si no también mejora en la prevención de la aparición de diabetes tipo 2, además de la mejora en la condición de aquellas personas que ya padezcan alguna alteración metabólica. De igual forma hay estudios en los que se evidencian mejoras en relación a parámetros relacionados con la salud mental (cognición, depresión, ansiedad, condiciones neurodegenerativas (alzheimer y parkinson), adicción a las drogas (1).
Otras de las utilidades del ejercicio cardiovascular, es su utilización para el control y modulación de los síntomas de dolor en pacientes con diversos trastornos musculoesqueléticos, de manera que el ejercicio no solo cardiovascular, si no en todas sus variantes, es una gran herramienta para los profesionales sanitarios encargados de la mejora funcional de los pacientes (4,5).
Por tanto, este Post, trata de exponer no solo de forma resumida los beneficios de este tipo de actividad física, si no también de dar unas sencillas herramientas para regular la intensidad del ejercicio cardiovascular.
Evidentemente estas herramientas deben de ser usadas por personas que presenten una situación estable de patologías de base (cardiovasculares, metabólicas…), de lo contrario es necesario la supervisión de profesionales en las etapas iniciales del tratamiento.
En primer lugar, tenemos una herramienta de control subjetivo para evaluar el nivel de esfuerzo percibido. Se trata de una escala ideada por Gunnar Borg entre 1960-1970, momento en el que realizó los estudios pertinentes para adaptar la fiabilidad de esta escala. La escala original (izquierda de la imagen), presenta una numeración de 1 a 20 para evitar que los pacientes utilizaran y recordaran el mismo número en cada sesión y pudiera ser más fiable. Posteriormente fue modificada (imagen derecha) en 1982 por el propio autor, debido a la dificultad declarada por alguno evaluadores, pasando de una numeración continua del 0 a 10, manteniendo los adjetivos de percepción.
Esta herramienta, necesita de unas 3 sesiones utilizándola como mínimo para que se obtenga la mayor fiabilidad (6).
Nos da información importante como por ejemplo que los tres primeros niveles de la escala modificada, estaría por debajo del umbral aeróbico (necesidad de oxígeno para obtener energía por medio de la oxidación), entre los niveles tres y siete entraríamos en fase aeróbica, mientras que por encima del séptimo nivel pasaríamos a umbrales anaeróbicos (obtención energética por vías no ligadas al oxigeno (fosfágenos))
- Borg, G. (1970), Perceived Exertion as an indicator of somatic stress. Scandinavian Journal of Rehabilitation Medicine.
- Borg, G. (1978), Subjective aspects of physical and mental load. Ergonomics.
- Borg, G. (1982), Psychophysical bases of perceived exertion. Medicine and Science in Sports and Exercise.
Otra herramienta de utilidad que presenta además buena correlación para las intensidades de actividad moderadas e intensas, no tanto para leves, es el talk test, se trata de hacer pensar al paciente una frase de 20-30 palabras, que en el momento de la evaluación tendrá que decir en voz alta, en este momento, si el sujeto puede decir de seguido la frase y sin entrecortarse, nos encontraríamos en fases leves, si se entrecortase mínimamente pudiendo acabar la frase, se encontraría en un margen de actividad moderado. Por el contrario, si se entrecortara mucho impidiendo decir de seguido la frase, estaría en una fase de actividad intensa (7).
Estas herramientas son sencillas de utilizar, además de presentar una interesante correlación con la actividad fisiológica cardiovascular. Por lo que tras haber sido instruido y evaluado por profesionales, con la finalidad de evidenciar la correcta realización de la actividad y la seguridad de la misma, podrán ser utilizada por pacientes y personas sin patología para regular la intensidad del ejercicios cardiovascular.
Alberto Pérez González
Fisioterapeuta de la Unidad de trastornos musculoesqueléticos
BIBLIOGRAFÍA
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