¿Es malo no alcanzar la frecuencia cardiaca máxima en la prueba de esfuerzo?
He tenido un infarto agudo de miocardio. Me han realizado una prueba de esfuerzo y me han dicho que la frecuencia cardiaca que he alcanzado ha sido de 140. Según mis conocimientos debería haber llegado a 170, porque tengo 50 años. ¿He pasado la prueba?
La frecuencia cardiaca alcanzada en un esfuerzo máximo está en función de la edad. Existen diversas fórmulas para el cálculo de la misma, pero la más utilizada y divulgada, aunque bastante discutida, es la de Astrand, que consiste en restar a 220 la edad del sujeto.
Una persona de 30 años suspenderá el esfuerzo, al agotarse, a una frecuencia de 190 (220-30) y una de 50 años a 170 (220-50).
Si empleamos el mismo protocolo de prueba de esfuerzo (aumento progresivo de la pendiente y de la velocidad en la banda sin fin, o de frenado en la bicicleta) para calcular la capacidad física de estas personas, podría ocurrir que el de 50 años alcanzará su frecuencia cardiaca máxima a los diez minutos de la prueba y el de 30 años a los ocho. La conclusión de este estudio es que el de mayor edad tiene mejor capacidad física, aunque la frecuencia cardiaca al máximo esfuerzo sea inferior.
Estas respuestas, en los pacientes con cardiopatías, suelen ser similares. Sin embargo, la toma de diversos medicamentos puede interferir en la frecuencia cardiaca.
Los betabloqueantes (Atenolol, Bisoprolol, etc.) utilizados en el tratamiento de la Hipertensión Arterial y muy frecuentemente tras el infarto de miocardio, producen un descenso de la frecuencia en reposo y durante el esfuerzo, con imposibilidad de alcanzar la máxima teórica esperada para su edad.
La realización de una prueba de esfuerzo nos permitirá aconsejar la frecuencia cardiaca a la que se debe entrenar, «frecuencia cardiaca de entrenamiento» (FCE).
Se calcula en porcentajes (60-85 por ciento) de la alcanzada al finalizar la ergometría, por agotamiento.
Un ejemplo puede aclarar lo dicho. El señor de 50 años alcanzaría 170 por minuto (220-edad en años) al agotarse, pero podría ser de 140 si recibe tratamiento betabloqueante. En el primero de los casos, cuando entrenase al 80 por ciento, lo haría a una FCE de 136 (170×80/100), pero sería de 112 (140×80/100) si está recibiendo esa medicación.
Todos estos factores son tomados en cuenta, a la hora de aconsejar el entrenamiento en los cardiópatas.
¿He pasado la prueba de esfuerzo? Es una pregunta muy frecuente efectuada por los enfermos, sobre todo cuando la realizan después de haber padecido un infarto.
No existe un criterio médico de «haber pasado la prueba», y los enfermos tampoco parecen tener claro el significado, pero es una cuestión que se plantea de forma habitual, sobre todo al finalizar el periodo de entrenamiento en los programas de rehabilitación cardiaca.
La ergometría puede ofrecer amplia y diversa información.
Desde el punto de vista diagnóstico nos dirá si existen criterios para la sospechar isquemia miocárdica. Raramente una prueba de esfuerzo clínica y eléctricamente positiva no irá acompañada de lesiones obstructivas coronarias significativas (mayores del 70-75 por ciento).
El ascenso desproporcionado de la cifra de tensión arterial (TA) durante la prueba (es normal que la máxima pueda llegar a 180-190 sin variaciones en la mínima) se define como respuesta hipertensiva.
Nos obligará a una vigilancia estricta en un paciente con TA normal y a un control más intenso en un hipertenso en tratamiento.
La respuesta de la frecuencia cardiaca (no aumento), de la tensión arterial (no aumento o descenso de la máxima) y la aparición de arritmias malignas con el ejercicio nos informan sobre el mal pronóstico de la cardiopatía.
La duración del esfuerzo, diferente según el protocolo utilizado, cuando el paciente solicita parar la prueba por cansancio («ya no puedo más»), nos informa sobre su capacidad física.
Con los datos aportados por la prueba de esfuerzo, podremos aconsejar a qué niveles de esfuerzo puede y debe entrenar una persona sana o con cardiopatía (fundamental en los programas de rehabilitación cardiaca). De forma habitual el entrenamiento se efectúa a un porcentaje de la frecuencia cardiaca alcanzada en la ergometría y conocida como frecuencia cardiaca de entrenamiento.
En resumen, la única prueba que «no se pasa» es la que no se hace, y siempre ofrece información interesante al profesional que la realiza.
Dr. José María Maroto
Coordinador Unidad de Rehabilitación Cardiaca